Las últimas obras de Erick Menchú están comprendidas dentro de un gran envoltorio artístico llamado Laberintos. Con esa sensibilidad que lo caracteriza, el artista ha adoptado esta palabra que nos remite a lugares formados artificialmente por calles y encrucijadas, para confundir a quien se adentre en ellos.
Laberinto igualmente define la situación de cosas confusas y enredadas y también califica la cualidad de algunas composiciones poéticas, hechas de manera que los versos pueden leerse al derecho y al revés, sin perder su cadencia y su sentido.
También laberinto es una pieza del oído interno, una parte de nuestro mecanismo fisiológico que nos permite obtener información sobre lo que está a nuestro alrededor y en ciertos estados internos de nuestro organismo.
Las tres definiciones del título de la exposición sirven como punto de partida para las lecturas de la obra expuesta en la Galería Rozas-Botrán de la zona 14, durante noviembre y diciembre del presente año y los primeros días de enero del 2021.
Podremos perdernos en la profundidad de las pupilas dibujadas por Menchú, tratando de encontrar una salida, después de librar la confusión y el enredo de nuestros sentimientos. O entablaremos un diálogo íntimo con nosotros mismos, al seguir los rítmicos trazos del dibujo.
Quizá entenderemos el nuevo y poderoso lenguaje del arte realizado por Menchú, quien mueve y conmueve el mundo del grabado actual en Guatemala y a quien le costó retornar al dibujo y la pintura cuando le sobrevino la sordera.
Hace dos años, Érick perdió la audición. Esto lo hizo entrar en un laberinto de angustia, cuyos pasillos comenzó a reconocer y en los que finalmente se halló a sí mismo. Su obra habla de luchas internas, de su pasión por los ojos y del encuentro maravilloso con nuevos lenguajes.
Jose Rozas-Botrán
Guatemala, septiembre 2020
